La justicia suele ser plasmada con la figura de una mujer con los ojos vendados. Ello significa que el juez no necesita, ni debe saber todo del imputado, sino que ha de limitar su juicio al hecho y sólo al hecho concreto. Sin embargo, si descendemos a la realidad, sabemos que eso no es precisamente así, especialmente en un país como en EEUU en el que el color de la piel es un elemento a tener en cuenta a la hora de impartir justicia. Tras la muerte de su padre, jurista como él, Cyrus Garza se da cuenta de las parcialidades de la justicia así que renuncia a su puesto en la Corte Suprema para buscar justicia a su modo. Por ello, decide emplear sus conocimientos y experiencia creando un bufete de abogados.
El primer capítulo es dinámico y entretenido, especialmente por la presencia de Jimmy Smits que consigue un protagonista equilibrado entre su faceta de mujeriego y jugador y su papel de héroe de justicia que no le importa enfrentarse a los políticos que le subieron al puesto con el fin de hacer justicia. Sin embargo, se rodea de personajes secundarios con poca fuerza. El grupo de confianza lo integran un brillante abogado defensor, David Ramsey, su leal secretaria, Ellen Woglom, y un ambicioso recién gradudado de Yale, Jesse Bradford. Junto a ellos destaca Carly Pope, a quien la recuerdo de la serie Popular. Aquí interpreta a una nada ortodoxa investigadora privada cuyo nombre es Lucinda. ¿Os suena de algo? Exacto. Es una copia barata de la grandísima Kalinda (The Good Wife) y por eso creo que es el personaje que peor está en el capítulo. Los otros tres, aunque tienen personalidades semejantes a otros personajes, no tienen un referente tan claro e importante como el de Kalinda y por eso pasan más desapercibidos. Es esto lo peor del capítulo que no hay un plantel de personajes que acompañen al gran Smits y al caso, que fue ameno, a pesar de que ya se sabía por donde iba a ir, pero era el mejor para la presentación de Smits.
Es difícil vender esta serie, porque su gran baza ahora mismo es únicamente su protagonista. Si el piloto es un indicio de lo que va a venir, estamos ante otra serie de abogados cuyos casos seguramente ya los habremos visto, por tanto tiene que haber algo más que enganche. Ése es el quid de la cuestión. Quizás sea la parte del conflicto política – justicia. No lo sé. El mayor problema que se enfrenta las series de abogados es que aunque sean un buen drama legal, en una época en la que hay tantas, no ser excelente resta muchos puntos. Por eso habrá que ver cómo se suceden los siguientes capítulos y ver si se acerca a esa excelencia para incluirla o no en la parrilla seriéfila de cada uno.