Quizás sea porque estamos en primavera y ésta la sangre altera. Pero el otro día me dí cuenta de que las relaciones entre las series y los telespectadores son como las relaciones amorosas. Amar y ser amado enriquece nuestras vidas al igual que las series. Aunque ahora me ponga a disertar sobre mis relaciones con las series desde un plano general, lo cierto es que cada relación es única, dotada de sus propias características. Pero, todas ellas son se pueden comparar con las relaciones amorosas.
El amor es una emoción que ha sido estudiada desde los principios de la historia y muchos sostienen que se dan tres cualidades principales. La primera, la atracción, ese interés o deseo físico que se experimenta por otra persona/ serie. La segunda, la intimidad, el vinculo especial y único que desarrollamos con esa persona/ serie. Y por último, el compromiso, la promesa de seguir al lado de esa persona/ serie a pesar de los altibajos. Pues bien, según como combines unas u otras, tendremos las distintas relaciones tanto amorosas como seriéfilas. Así, por ejemplo, cuando sólo se da la atracción, estamos ante ese tipo de series que nos atraen sin ningún tipo de razonamiento. Podrán ser lo malas que sean, pero nosotros no podremos evitar apartar la mirada de la pantalla. A esto algunos lo llaman "placer culpable". En mi caso, estas series serían las que emiten en los canales infantilo-juveniles tipo Disney Channel o Nichelodeon. Si enciendo la televisión, los primeros canales que pongo son esos dos junto con la MTV y como echen Hannah Montana, Victorius o Made, ya no puedo despegarme de la pantalla.
El amor es una emoción que ha sido estudiada desde los principios de la historia y muchos sostienen que se dan tres cualidades principales. La primera, la atracción, ese interés o deseo físico que se experimenta por otra persona/ serie. La segunda, la intimidad, el vinculo especial y único que desarrollamos con esa persona/ serie. Y por último, el compromiso, la promesa de seguir al lado de esa persona/ serie a pesar de los altibajos. Pues bien, según como combines unas u otras, tendremos las distintas relaciones tanto amorosas como seriéfilas. Así, por ejemplo, cuando sólo se da la atracción, estamos ante ese tipo de series que nos atraen sin ningún tipo de razonamiento. Podrán ser lo malas que sean, pero nosotros no podremos evitar apartar la mirada de la pantalla. A esto algunos lo llaman "placer culpable". En mi caso, estas series serían las que emiten en los canales infantilo-juveniles tipo Disney Channel o Nichelodeon. Si enciendo la televisión, los primeros canales que pongo son esos dos junto con la MTV y como echen Hannah Montana, Victorius o Made, ya no puedo despegarme de la pantalla.
Cuando le añadimos intimidad y compromiso, estamos ante una relación más profunda, perdonándole etapas o temporadas algo malas, porque has adquirido ese compromiso con ella y la seguirás hasta que la cadena decida darle su fin, se produzca éste en la temporada segunda como en la decimocuarta, o hasta que tu paciencia se acabe. Claro que cuando mantienes una relación tan larga, es inevitable que haya etapas de estancamiento, en la que te plantees si es bueno seguir con esa relación. A veces terminas rompiendo de una manera brusca, enfadada y cabreada de por qué se ha llegado a ese punto. En mi caso, esto ocurrió con Gossip Girl y HIMYM, a las que abandoné esta temporada porque al final me sentía engañada con ellas, como si lo que prometieron ya no me lo diesen. Sin embargo, hay otras con las que tienes más paciencia, con las que aguantas muchas veces sin saber por qué. Quizás por rutina, costumbre o habito. De todas formas te sigues preguntando las razones por las que las sigues viendo y cuando parece que has tomado una decisión, siempre tienen un gesto bonito contigo y te dices: "¿por qué seré tan dura con ella? Si es tan grande..." Esto es lo que me ha ocurrido con House y Bones en esta temporada. Con ambas tenía un noviazgo muy bonito; sin embargo, las decisiones de unas y otras provocaron que tomaran un camino distinto al mío y aunque están cercanos, sigo sintiendo que falta algo. Las conozco tan bien, que he caído en una parsimonia difícil de superar. Sí, vale, siguen entreteniendo, pero ya no siento mariposas en el estómago con ellsa. Y esto se complica cuando otras te están haciendo ojillos (The Good Wife, Community, Glee)
Claro que toda vida amorosa tuvo un inicio. Todos hemos tenido nuestro primer amor seriéfilo, que es muy díficil de olvidar. Aunque pase el tiempo, si vuelves a verla, es díficil que no se vuelvan a despertar esos sentimientos. Para mí, mi primer amor seriéfilo es Expediente X. Ella fue con la primera que descubrí el enganche seriéfilo. Era capaz de no dormir por verla, de gastarme la paga en revistas, para Navidades, siempre le pedía a los Reyes las películas... Luego vas creciendo, vas teniendo tus escarceos, pero en el fondo siempre buscas esa pareja que se le parezca. Y cuando menos te lo esperas, llega esa serie que suple ese hueco de alguna forma: Fringe. Con ella, vuelves a revivir esa alegría, ese miedo a que todo se acabe. Y vuelves a ilusionarte.
Pero como todas relaciones, las seriéfilas también acaban, antes o después, por tí o por ellas. De todas formas, el fin siempre es doloroso y te deja aturdido. Es inevitable los minutos después, los días después e, incluso, los meses después sentir un vacío. Menos mal que siempre nos quedarán revisionarlas, aunque la sorpresa y la fascinación que tiene el no saber qué habrá después se haya perdido. Da igual. Sin ellas, mi vida no sería lo mismo.